BIENVENIDOS


Me he decidido a escribir en este blog lo que me dé la gana, porque me da la gana y para que lo lean a los que les dé la gana. Según una de mis decenas de teorías, la gente que nos escucha (a los que padecemos de verborrea), lo hace, en la mayoría de los casos, por amor o por educación. Los primeros nos quieren y no nos quieren hacer ver que somos unos pedantes aburridos y a los segundos no les parece políticamente correcto mandarnos a la mierda, por lo que se quedan a hacer que escuchan. En ambos casos, ninguno está prestando atención, por lo que la necesidad de comunicación de todos los pensamientos que bullen en mi cabeza no se ve completada. Por este motivo he decidido escribir aquí lo que me dé la gana, entre otras cosas, mis teorías, comentarios sobre el último libro que he leído (o el que leí hace meses) o cualquier otra cosa que me apetezca, para que lo podáis leer aquellos que decidáis hacerlo, es decir, a los que os dé la gana.
Eso sí, que yo siga escribiendo en él, no depende de cuantos lectores tenga... sino de que me dé la gana hacerlo.
¡Un abrazo a todos!

viernes, 23 de marzo de 2012

HUGO

Me encanta verlo mientras se agacha tembloroso a recoger sus pantalones, tan indefenso, tan inseguro, tan patético… Él piensa que no me doy cuenta de lo que se cuece en su cabeza, de sus contradicciones, pero precisamente es eso lo que me hace volver a él una y otra vez. Sinceramente, el sexo no es el motivo, con el tiempo me he dado cuenta de que tengo un poder maravilloso, prácticamente, chasco los dedos y puedo estar con cualquier hombre, el que yo elija, pero Hugo es más que eso. No, no me malinterpretes, no estoy enamorada de él, ni mucho menos, ni siquiera lo deseo, pero me siento enganchada a esta sensación.
Verle luchar consigo mismo, adivinar como no puede resistirse, está indefenso, pierde el control, y en ese preciso momento, soy yo la que lo controla, como si fuera un muñeco, un simple títere en manos de Strómboli. Me encanta. Es como una droga.
Voy, me paseo delante de él, lo tiento, y cuando lo tengo, me dejo hacer como si no me importara, y es que realmente no me importa el sexo, lo único que quiero es desconcertarle, hacerle sentir pequeño, y todas, todas las veces lo consigo. Puedo ver como en ese momento, mil preguntas pasan por su cabeza, mil por qués, pero nunca puede encontrar una razón a mi comportamiento, ni una solución para el suyo.
Me acerco a él, despacio, hago ademán de decirle algo, pero simplemente le doy un par de palmadas en el hombro, dejándole plantado, sin saber cómo actuar. Cierro la puerta tras de mí y respiro el aire puro del exterior. Aunque todavía siento su tacto en mi cuerpo, la sensación ha desaparecido y ya la echo de menos. Pronto volveré a por más.

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