BIENVENIDOS


Me he decidido a escribir en este blog lo que me dé la gana, porque me da la gana y para que lo lean a los que les dé la gana. Según una de mis decenas de teorías, la gente que nos escucha (a los que padecemos de verborrea), lo hace, en la mayoría de los casos, por amor o por educación. Los primeros nos quieren y no nos quieren hacer ver que somos unos pedantes aburridos y a los segundos no les parece políticamente correcto mandarnos a la mierda, por lo que se quedan a hacer que escuchan. En ambos casos, ninguno está prestando atención, por lo que la necesidad de comunicación de todos los pensamientos que bullen en mi cabeza no se ve completada. Por este motivo he decidido escribir aquí lo que me dé la gana, entre otras cosas, mis teorías, comentarios sobre el último libro que he leído (o el que leí hace meses) o cualquier otra cosa que me apetezca, para que lo podáis leer aquellos que decidáis hacerlo, es decir, a los que os dé la gana.
Eso sí, que yo siga escribiendo en él, no depende de cuantos lectores tenga... sino de que me dé la gana hacerlo.
¡Un abrazo a todos!

lunes, 30 de enero de 2012

AMOR DE MADRE

¿Qué querías que hiciera?  Yo he sido la que la ha llevado nueve meses en su vientre, la que ha velado sus sueños hasta que fue mayor, la que le ha limpiado las lágrimas en su primer desamor y en el último. ¿Querías que la dejara sufrir de esa manera? Tú no la has visto mirar atrás a cada paso, sobresaltarse en cualquier esquina a la vista de un perfil conocido. De ninguna manera pensaba dejar que viviera en ese infierno, aunque ahora digas que lo tengo que hacer yo, lo haré a gusto, sabiendo que ella es libre.
¿Quién eres tú para juzgarme, para decir que lo que he hecho está mal? Es cierto que le arrebaté la vida a una persona, pero el mundo es mejor ahora. ¿Por eso me quieres negar la entrada en el cielo? Pues quédate con tu cielo, pero yo no pienso ir al infierno. Seguiré vagando por el mundo de los vivos, cuidando de ella como he hecho hasta ahora.
Tú no la has visto llorar con la cara amoratada y el labio partido, las costillas rotas y el corazón en carne viva. No has tenido que sentir su ansiedad al salir a la calle y encontrárselo entre la gente, mirándola con cara de loco. ¿Qué querías que hiciera? Lo he visto en la tele mil veces. Una tras otra la misma historia. El ex marido celoso mata a su ex mujer sin que la policía pueda hacer nada por ella. No pensaba dejar que eso sucediera, no pensaba dejar que mi hija muriera antes que yo. Ella se merece lo que ahora tiene: una vida libre. Jamás sabrá que yo lo maté y jamás sabrá que después me maté a mí misma. A ti puede parecerte un hecho aberrante, arrebatar la vida de una persona y después la propia, pero a mí me parece un acto de amor. ¿No lo entiendes? Le estoy brindando una segunda oportunidad, dejando que vuelva a ser libre.
Sí, le maté, y volvería a hacerlo mil veces. Tenía acceso al veneno, era fácil de conseguir para mí debido a mi trabajo, y lo hice. Le busqué, le perseguí, le aceché. Premeditadamente. Me acerqué poco a poco a él y cuando estuve lo suficientemente cerca se lo inyecté. Apenas un par de segundos bastaron para que su corazón dejara de funcionar y muriera retorciéndose como una rata. El resto fue más difícil, no creas que no sudé, coger a peso muerto a un hombre de su envergadura no fue fácil, pero conseguí meterle en el coche antes de que el rigor mortis me lo impidiera, me aseguré de que llevara encima toda su documentación para que fuera reconocible, y le lancé montaña abajo contra un árbol.  Después me marché. Esperé pacientemente como si nada. Quería asegurarme de que lo encontraban, de que ella lo sabía.
A la tarde siguiente la llamaron por teléfono. Todavía no habían terminado los trámites del divorcio, él siempre ponía pegas, así que ella aún era su esposa y la avisaron de la muerte de su marido. Tuvo que ir a reconocerle, pero ese es sólo un pequeño detalle. Ya se acabó el verdadero sufrimiento para ella.
En cuanto a mí, bueno, no podía dejar que me cogieran por lo que hice, y no quería vivir con ello, así que ese mismo día me fui a hacer unos análisis y me aseguré bien de que ella lo supiera. Cuando llegué a casa saqué la jeringuilla que me quedaba con el veneno, me até bien el brazo con una goma y me la inyecté en el mismo punto donde quince minutos antes me habían pinchado para sacarme sangre. Rápidamente me asomé al balcón y tiré la jeringuilla todo lo lejos que pude, por encima de los tejados. A continuación me recosté en la cama y guardé la goma en el cajón de la cómoda, dejando paso al veneno. En cuestión de segundos mi corazón dejó de latir y estaba en tu presencia, el resto ya lo sabes. 
Posiblemente ella sufra un par de meses mi ausencia, pero se acostumbrará, todo el mundo lo hace. Y cuando eso haya pasado, será libre. Tendrá un mundo por delante para hacer de él lo que quiera. Y  yo siempre, SIEMPRE, estaré velando por su felicidad. Y ya puedes decir tu lo que quieras, San Pedro, no quiero que me habrás tus puertas del cielo, está demasiado lejos de ella.