BIENVENIDOS


Me he decidido a escribir en este blog lo que me dé la gana, porque me da la gana y para que lo lean a los que les dé la gana. Según una de mis decenas de teorías, la gente que nos escucha (a los que padecemos de verborrea), lo hace, en la mayoría de los casos, por amor o por educación. Los primeros nos quieren y no nos quieren hacer ver que somos unos pedantes aburridos y a los segundos no les parece políticamente correcto mandarnos a la mierda, por lo que se quedan a hacer que escuchan. En ambos casos, ninguno está prestando atención, por lo que la necesidad de comunicación de todos los pensamientos que bullen en mi cabeza no se ve completada. Por este motivo he decidido escribir aquí lo que me dé la gana, entre otras cosas, mis teorías, comentarios sobre el último libro que he leído (o el que leí hace meses) o cualquier otra cosa que me apetezca, para que lo podáis leer aquellos que decidáis hacerlo, es decir, a los que os dé la gana.
Eso sí, que yo siga escribiendo en él, no depende de cuantos lectores tenga... sino de que me dé la gana hacerlo.
¡Un abrazo a todos!

miércoles, 17 de abril de 2013

LOS RECUERDOS SON UN TESORO

Los recuerdos son un tesoro. Eso es lo que yo creo. Por lo menos para mí, son una fuente donde buscar  por qué he llegado a ser lo que soy. Y tengo que dar las gracias a las personas que me ayudaron a tener esas vivencias, que hoy son recuerdos. Por eso estoy escribiendo esto, porque quiero dar las gracias a mi primer amor, ese que no fue correspondido. Gracias por crear este recuerdo para mí. Sé que si no hubiera sido él, hubiera sido otro, pero fue él, y por eso se lo agradezco. Porque cuando me acuerdo de aquel momento en concreto, siempre se me dibuja una sonrisa agridulce en la cara.
Muchas de mis amigas me cuentan que la primera vez que tuvieron contacto romántico con un chico fue genial y luego salieron con él durante algún tiempo. Para ellas ese chico es su actual marido, o una relación pasada, pero para mí no fuiste ninguna de las dos cosas, y eso también te lo agradezco.  No nos equivoquemos, no estoy hablando de sexo, simplemente me refiero a los primeros “pinitos”, al primer contacto.
Teníamos 14 años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Mi amiga del alma y yo estábamos en el parque poniéndonos al día. Las vacaciones de verano se estaban terminando y acabábamos de volver de nuestros respectivos destinos de vacaciones, por lo que teníamos muchas cosas que contarnos. Durante el verano se habían producido grandes cambios en mi imagen, mi silueta se había estilizado, había aprendido a “domar” mi pelo e incluso había empezado a utilizar lentillas. Llevaba puesto un vestido de mi madre, de cuadros negros y blancos, que era dos tallas más pequeño de la que yo usaba, pero me encantaba, porque se ceñía a mi pecho y hacía un escote muy bonito, mientras que la falda quedaba suelta y no marcaba la barriguita.
En un momento de la conversación, mi amiga me codeó informándome de que te acercabas por el extremo opuesto y respiré hondo, esperando verte pasar de largo, pero no fue así.  Te acercaste a nosotras, luciendo tu piel bronceada por el sol en contraste con tus ojos azules y tu pelo dorado. Bromeamos un rato y nos contaste cosas que apenas recuerdo porque estaba demasiado ocupada mirándote como para poder entender nada más. También estaba un poco confusa, puesto que nunca te habías acercado a nosotras así, supongo que te aburrías. Íbamos al colegio juntos, y durante algún tiempo te habíamos seguido, apuntándonos a las mismas actividades extraescolares que tú o incluso holgazaneando en la misma plaza en la que tú lo hacías con tus amigos, pero sospecho que jamás pensaste que tuviéramos interés en ti y no nos hiciste mucho caso. Claro está que cuando pasó todo esto ya sabías que yo “estaba por ti”, mi amiga del alma se ocupó de dejarme en evidencia, así que eso lo tenías claro, y también sabias que no te iba a rechazar. Sin darme cuenta ni de cómo ni por qué, me encontré cruzando, de tu mano, la carretera hacía el descampado que unía nuestro barrio con Carabanchel. Mi amiga del alma caminaba junto a nosotros, negándose a dejarnos solos. Recuerdo que, donde ahora hay un centro comercial, había un hoyo en el que había una casa y nosotros nos sentamos al borde de ese hoyo. Sé que hablamos, pero no recuerdo de qué, es como si en ese momento no hubieran existido las palabras, sólo las sensaciones  y, de verdad, yo estaba flotando en una nube. Nos sentamos uno al lado del otro (y mi amiga al otro lado), pero pronto te cambiaste de posición y te pusiste entre mis piernas, dándome la espalda, y me cogiste de la mano, haciendo que te la pasara por el pecho, acariciándote ese pecho que no tenía ni un solo pelo porque aún no tenías edad para que te hubiera salido.  Cuando te cansaste de estar así, volvimos al barrio. Me di cuenta de que durante todo el trayecto de ida me diste la mano y para volver incluso me llevaste abrazada, sin embargo a la hora de poner un pie de nuevo en el barrio me soltaste y te separaste de mí. En primer lugar este gesto me pareció hasta “mono”, pensaba que me respetabas y no querías que nadie dijese cosas, pero con el tiempo y la madurez me di cuenta de lo que realmente pasó ese día, lo que no hace que mi recuerdo sea menos fantástico.
Llegué a casa y no podía dejar de pensar en lo que había pasado. Mi amiga y yo estuvimos en mi habitación horas recreándonos en cada segundo, en cada palabra tuya, aunque ahora no me acuerde de lo que dijiste.
Tampoco entendí nada cuando nos volvimos a ver e hiciste como si no hubiera pasado nada, pero hice ver que no me importaba y seguí adelante.
Entre nosotros pasaron más cosas, aunque nunca tuvimos una relación amorosa, pero me diste muchos recuerdos y por eso te lo agradezco enormemente.
Con el paso del tiempo me di cuenta de lo que realmente había pasado ese día: te aburrías, sabias que me gustabas y te aprovechaste de ello para pasar el rato, sentirte querido y admirado (no me extraña, literalmente babeaba por ti) y después te avergonzaste de mi, por eso no me llevaste de la mano delante del resto de gente. Pero no te preocupes, nunca me ha importado que esas fueran tus razones, el momento no dejó de ser mágico por eso, y con el tiempo aprendí mucho de él.
Por todo lo que he contado, cada vez que recuerdo este momento se me dibuja una sonrisa en la cara, fue un momento bonito, pero fui ridícula, inexperta, patética y muchas cosas más, que también he sido en otros momentos de mi vida y que me han hecho aprender y ser más fuerte.
La verdad es que me encantaría saber tu versión de los hechos, pero eso no será posible, sin embargo si esto hubiera sido al revés, me encantaría saber que fui el primer amor de alguien y que, en algún momento, marqué un bonito recuerdo de su vida y por eso escribo esto.
¡Un gran, gran abrazo!