Laura se mira las uñas pintadas de rojo brillante, como si no hubiera pasado nada, mientras a mí, todavía me tiemblan las piernas y las gotas de sudor recorren mi cuerpo. Suavemente, me separa de ella y se baja de la mesa en la que estaba sentada, acomodándose la falda de nuevo. No le hace falta tomarse la molestia de agacharse para subirse las bragas, pues con la urgencia del momento, ni siquiera se las había quitado, sin embargo yo sí tengo que poner el culo en pompa, en el gesto bochornoso de subirme los pantalones, a la par que ella me mira, con media sonrisa en los labios, como si fuera un ser ridículo e insignificante.
Intento serenarme y conservar la dignidad, pero eso, que parece tan sencillo, en su presencia me supone un acto heroico. No sé por qué. Está claro que no se trata de amor o cariño. Tengo novia, se llama Lara y a ella sí la quiero. Pero a Laura no. Eso seguro. Sin embargo, no puedo reprimir el deseo cuando ella está cerca de mí. Y es una sensación que me está matando. Es más adictiva que una droga, peor que el más dañino veneno. Pero no puedo remediarlo, me siento como Ulises ante el canto de una sirena rubia y bien vestida, que no posee ningún escrúpulo y nunca ha dado muestras de contar con algo de ternura en su pequeño corazón. Y sí, tengo una novia maravillosa, tranquila, comprensiva, inteligente, guapa. ¿Qué más se puede pedir? Y sí, a ella la amo con todo mi corazón, y por supuesto, también la deseo, pero no puedo evitar tirarme a Laura cada vez que me cruzo con ella.
Me siento como una rata cada vez que lo hago. Me siento mal por Lara, no me gusta engañarla. Pero sobre todo, me invade la sensación de pérdida de control de mí mismo, de mis actos. Es algo que no le deseo a nadie, ni siquiera a ella. Si al menos me dejara en paz…. Si no se acercara a mí… Pero ella vuelve una y otra vez, y no creas que lo hace por amor, ni siquiera por placer, ella podría disponer del hombre que quisiera, pero me elije a mí.
No estoy seguro de por qué lo hace.
Laura viene, se pasea frente a mí, me tienta, y luego se deja hacer como si no fuera con ella. Hubo un tiempo en el que no fue así. Hubo un tiempo en que nos quisimos, en el que hacíamos el amor, y era tan diferente…. Sin embargo ahora, ella se deja hacer, mientras se observa las uñas y recibe mis embestidas sin abrir siquiera los labios. ¿Querrá castigarme por algo? ¿Querrá volver conmigo? ¿Querrá que muera de incertidumbre?
Ahora se acerca a mí, creo que me va a decir algo, pero se limita a darme unos golpecitos en el hombro y pasa de largo. Me quedo quieto, petrificado, con el cinturón todavía entre manos, detenido en medio de la ardua tarea de abrocharlo. Oigo el ruido de la puerta al cerrarse y luego silencio. Se ha ido. Se ha marchado, como si nunca hubiera estado aquí. Si no fuera por el olor de su piel que perdura en la mía, nunca sabría si lo que ha pasado es real o forma parte de mi más vivida imaginación.
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